Brasil ascendió al 8° lugar en el concierto de naciones más poderosas. Se dijo mucho de su creciente papel de líder global y su rol entre los emergentes. Y una mirada detallada de su comercio exterior sorprende y convalida este ascenso sostenido de la principal economía latinoamericana.
Entre enero y septiembre, las exportaciones de Brasil a sus vecinos regionales crecieron un 40%, una cifra por demás sorprendente.
Mientras el análisis económico tradicional señala que América latina es “fábrica” de commodities, hecho que le permitió sortear exitosamente la crisis de 2009 a partir de la acumulación de reservas generadas con la exportación de materias primas a altos precios, Brasil responde con argumentos más bien industriales.
Sucede que los envíos que hizo en la región tuvieron un fuerte basamento en la industria automotriz, que pasó de ventas por 3900 millones de dólares entre enero y septiembre de 2009 a exportaciones por 7400 millones en el mismo período de este año.
La poderosa industria automotriz brasileña–hay que aclararlo- tiene con la Argentina un modelo de complementación e integración productiva: por ejemplo, Brasil fabrica más volumen de autos chicos y la Argentina fabrica menos, pero de autos de más valor y más grandes (el Corolla de Toyota en Brasil; la Hilux en la Argentina).
En tanto, las ventas externas regionales de maquinaria y herramientas pasó en el mismo período de 2400 millones a 4200 millones y las previsiones brasileñas indican que cerrarán 2010 con ventas totales por una cifra muy cercana a los 200.000 millones de dólares.
América latina es, para Brasil, el mejor terreno de ensayo de su amada política industrialista. Mientras la región convalida su potencial, Brasil se prepara para una segunda ola de exportaciones –globales esta vez- con la que busca revertir un papel que parece predestinado a las economías latinoamericanas: las exportaciones de materias primas y la importación de manufacturas industriales.
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