miércoles, 29 de septiembre de 2010

Del asado argentino a la carne del Mercosur

¿Era un lujo el ostentado por la Argentina el de ser el país con mayor consumo de carne vacuna por habitante? ¿O simplemente los más de 70 kilos que comía cada argentino anualmente era porque había más de 50 millones de vacunos en un país de 40 millones?

Lujo, o herencia cultural, cultivada por generaciones. El asado es uno de los drivers culturales que identifica la marca país argentina, con el tango, con el fútbol. La importancia de la carne, en la Argentina, es materia de Estado.

La Argentina resignó su lugar en el podio a manos de Uruguay. Los productores ganaderos dejaron de producir porque les resultaba económicamente más provechoso dedicarse a la soja que, aún con derechos de exportación del orden del 35%, dejaba más margen por hectárea que una ganadería con restricciones a las ventas externas de carne y pesos mínimos de faena.

El campo, protagonista de la última gran crisis política argentina, demostró todo su enfado con la intervención gubernamental. Liquidó vientres –llevar a las madres a la faena equivale a cerrar fábricas- y el rodeo vacuno argentino fue perdiendo de a millones sus cabezas de ganado (10 millones en los últimos años).

Días atrás se celebró en este escenario, en Buenos Aires, el Congreso Mundial de la Carne. Como en todo encuentro internacional de alimentos, fue inevitable la referencia al crecimiento de la población mundial, y dentro de ella, a la incorporación de millones de asiáticos a las clases medias más pudientes, con reemplazo de proteínas vegetales por animales (carnes) en sus dietas.

En Asia, el consumo de carne vacuna pasó en 30 años de 14 a 60 kilos por habitante, según cifras del organismo para la agricultura y los alimentos de las Naciones Unidas (FAO, en inglés). En países desarrollados, según cifras analizadas en el congreso de la carne, la ingesta es de 80 kilos por persona por año.

Es decir, no sólo el mundo deberá producir más soja para alimentar cerdos y pollos en Asia. Sino también más carne vacuna, allí donde esté el conocimiento, y la eficiencia. Una vez más, la Argentina, y el Mercosur en general, tienen el as en la manga: el bloque hoy produce el 40% de la carne vacuna de todo el mundo.

Visión y consenso parecen ser palabras clave. El productor ganadero argentino debería saber que si las políticas de corto plazo le ponen un techo a su rentabilidad, no debe salir corriendo a desmantelar su industria para conseguir mejores ingresos con la agricultura. Y el gobierno, a menos que pretenda convertirse en Ganadero, debería considerar un mejor diálogo con el sector privado.

La Argentina deberá comprender esto. O acordarse al menos, incluso cuando Brasil es ya el principal exportador y productor mundial de carnes, y Uruguay el que más consume en el mundo. Dejando podios y egos, es el Mercosur de la carne el que tiene una enorme posibilidad ante la dieta asiática con demanda cárnica en aumento.

¿Qué es si no la carne, más allá de granos con valor agregado?

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Una acelerada recuperación comercia

Finalmente los pronósticos de recuperación de la economía global son mejores de lo que se había proyectado a principios de año.

Es más, 2010, el año posterior a la peor recesión que la historia económica mundial recuerde, será también el año de mayor crecimiento interanual del comercio global desde 1950.

En su última revisión, la Organización Mundial del Comercio (OMC) elevó su estimación de crecimiento del comercio para 2010 a 13,5% justamente a propósito de una recuperación que resultó ser mucho más rápida de lo esperado.

En marzo, la proyección no era para nada desdeñable: se preveía entonces un crecimiento del 10% de los intercambios globales de mercaderías.

El director general de la OMC, Pascal Lamy, señaló que “el resurgimiento de los flujos comerciales es el sustento de la salida de una dolorosa recesión económica, y estimula la vuelta al trabajo de todo el mundo. Es, además, la prueba de la sabiduría de los gobiernos al rechazar el proteccionismo”.

Por supuesto que Lamy, al frente del máximo organismo global que realiza ingentes esfuerzos por liberar el comercio y desmantelar los subsidios cualquiera sean sus formas, denosta hoy un proteccionismo que defendió a rajatabla mientras se desempeñaba como comisario de Comercio en la Unión Europea, negándose sistemáticamente a bajar las ayudas económicas a la producción agrícola comunitaria.

Al margen de ello, las estimaciones de OMC señalan que las economías desarrolladas arrojarán una expansión del 11,5% del volumen de su comercio. En tanto, el mundo en desarrollo desplegará un incremento de los volúmenes intercambiados del 16,5%.

Este año será el de más rápido crecimiento interanual desde 1950”, indicó Lamy

Las razones de este vigoroso aumento del comercio residen en los estímulos fiscales que una gran mayoría de los países instrumentaron para paliar los efectos de la crisis en la demanda interna, y también en la necesidad de reposicionar y renovar los inventarios.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Perú lanza su marca país

No hay inversión –personal, empresaria, estatal- que se haga a ciegas, sin conocer los riesgos que implica la apuesta. Nadie inmoviliza una suma importante de capital desconociendo la rentabilidad que tiene esa inversión.

Con la inversión en la Marca País pasa algo parecido. Muchos países no se deciden a apostar por esta inversión en “intangibles” porque desconocen cuál será el rédito de los recursos fiscales destinados a promover imágenes nacionales asociadas a productos nacionales para generar recordación en terceros mercados.

Finalmente, los diversos organismos de promoción de exportaciones descubrieron la fórmula para detectar el retorno de cada dólar invertido en una misión comercial en el exterior o en cada campaña no tradicional de publicidad, como la que logró Nueva Zelanda al ceder sus espacios naturales para filmar la trilogía de El Señor de los Anillos.

Por ejemplo, la Fundación ExportAr, de la Argentina, descubrió que por cada dólar invertido en acciones de promoción de exportaciones se obtiene un retorno (exportaciones efectivas) de más de US$ 60.

Tal es así que ahora Perú se decidió finalmente a lanzar su propia Marca Perú en los mercados internacionales, según aseguró el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (Mincetur).

El Congreso peruano aprobó un presupuesto de poco unos US$ 3,5 millones para comenzar a difundir la marca que identificará a Perú en todo tipo de eventos. A priori, parece poco, si se piensa que Colombia destina US$ 300 millones para posicionarse en el mundo, pero de a poco se empieza.

Ya para 2011 serán US$ 14 millones en tareas de promoción de la Marca Perú. ¿Cuáles serán las puntas de lanza que elegirá Perú para darse a conocer y dejar una marca indeleble en el ideario mundial sobre esta región andina, ubicada en el Pacífico Sur?

Sin dudas, deberá comenzar por su exquisita gastronomía, una marca registrada y todavía ignorada por los paladares del globo. Dar a conocer la gastronomía peruana será una herramienta de promoción de las exportaciones de alimentos peruanos que operará de forma exponencial. Piense, si no, en una feria de alimentos donde un gran stand permita degustar los frutos del mar preparados con el exquisito gusto peruano.

Prom-Perú, el organismo de promoción de exportaciones peruanas, midió que por cada dólar invertido en ferias internacionales se generaron US$ 40 por inversiones o negocios. La Marca Perú seguro ayudará a escalar esa cifra.

El salto de los recursos naturales al valor agregado

Agregar valor. Industrializar. Transformar una materia prima en un producto semielaborado. Fabricar productos “terminados”, con marca propia, fraccionados.

Estos conceptos que tan bien se ven en un manual de texto, y que tan lógicos suenan, continúa siendo el gran desafío de muchas regiones emergentes. En América latina hay varios exponentes de países que todavía no logran el salto industrial, o transformador en productos seriados de las materias primas, o commodities, sean ellas agrícolas, minerales o incluso industriales.

El trigo o la soja en la Argentina; el cobre en Chile; los minerales en Bolivia, son ejemplos de cómo pesan todavía en las cuentas públicas los recursos naturales.

No está mal contar con ellos y exportarlo. El problema es que no es sano para las cuentas del país porque son productos que están atados a un precio que se construye afuera, en los mercados de compra. Esto hace que la cotización oscile y, aún cuando el volumen aumente cada vez más, una crisis puede tirar por la borda la esperanza cifrada en la estrella de la economía de ese país.

Bolivia, por ejemplo, tiene una altísima dependencia de la exportación de recursos naturales que, para peor, no son renovables, según el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), el organismo de promoción del comercio de Bolivia.

El ingreso de divisas del país andino depende en un 80% de recursos extractivos naturales no renovables como los minerales y el gas. Así, el récord de balanza comercial en Bolivia se da en años de precios internacionales “muy buenos” como 2008, cuando lograron un récord de exportaciones, y “muy malos” en años de crisis: el componente precio es clave en estos productos.

Chile, en su momento dependiente del cobre (que hoy sigue siendo clave en su economía) marcó uno de los caminos posibles en lo que hace a diversificación de exportaciones para no caer en la monodependencia. A Chile le funcionó la acuicultura del salmón, por ejemplo, y las frutas finas.

Bolivia deberá buscar su propio camino. Por lo pronto, elaborar una política de promoción de exportaciones y participación en ferias internacionales, y trabajar junto con el sector privado para encontrar las vías productivas que más competitividad puedan darle a los productos con algún agregado de valor.

Existen en el mundo distintos sistemas y esquemas de apoyo a países menos adelantados para favorecer su comercio. La Unión Europea, Estados Unidos e incluso Canadá cuentan con sistemas generalizados de preferencias (SGP) que eliminan los aranceles para una serie de productos procedentes para este tipo de países todavía no desarrollados.

Autoridades de Bolivia señalaron hay casi 2300 partidas arancelarias que gozan de arancel cero con Canadá, por ejemplo, de las que sólo se aprovechan 17; con Estados Unidos son alrededor de 3000 productos, pero sólo se exportan 333 bajo el régimen.

No siempre el mundo desarrollado le baja los aranceles a los productos que un país emergente más quiere exportar. Pero también están disponibles programas internacionales de apoyo a las pequeñas y medianas empresas (pymes) justamente para aprovechar esos programas y generar nueva oferta.

Uno de ellos, de los más importantes, es el de la Unión Europea AL-Invest, un programa de cooperación que incluye capacitación para acceder a normas de calidad necesarias para exportar, y prepara incluso a las empresas para aplicar y acceder a los programas de crédito.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Ecuador camino a ser una tienda gourmet

Ecuador está logrando ver los frutos de los esfuerzos hechos por mejorar su oferta exportadora y conquistar nuevos mercados con productos no tradicionales, es decir, aquellos que no derivan del petróleo.

Un análisis aparte merece la evolución política, o simplemente los cambios de los signos políticos por los que atravesó este país andino, tanto como sus vecinos, que oscilaron de la apertura liberal sin miramientos como única vía para generar riqueza y desarrollo a una concepción más cercana a la presencia necesaria y rectora del Estado en la economía de todos los días.

La exportación, como política de Estado, y el comercio exterior como mecanismo propiciatorio para el desarrollo de un país, debe cumplir con una serie de características: una buena porción de productos cuyo éxito en la colocación no depende de la “estacionalidad”; una canasta exportable con muchos productos susceptibles de ser colocados en el exterior; un mix empresario donde la exportación no sea un “negocio de ocasión”; no depender de la situación cambiaria de la moneda local frente al dólar; muchos mercados para minimizar los riesgos proteccionistas, y continuidad a través de los años.

Como muchos países latinoamericanos, las exportaciones del Ecuador en los primeros meses de 2010 también arrojaron un crecimiento superior al 12%. El dato más importante, según la Corporación de Promoción de Exportaciones e Inversiones (Corpei) ecuatoriana, es que las ventas externas crecen de forma continua desde 1999.

Ecuador superó también con éxito un 2009 que afectó a los principales mercados de exportación de América latina: la Unión Europea y los Estados Unidos. De allí la importancia a futuro de desarrollar nexos con el Asia (totalmente indemne frente a la crisis financiera y comercial de 2009) y Africa, un nicho todavía desconocido.

Fruto de la diversificación de productos exportados, el Ecuador pasó de 1650 productos comercializados en el exterior a principios de la década de 2000 a más de 3100 en una década.

Entre los que ayudaron a dejar de depender al país de las ventas petroleras se encuentran las flores, el cacao, los camarones, las bananas, las verduras y el café. Y cuando se trata de alimentos, muchas son las opciones para innovar, diversificar, agregar valor y generar inversiones: orgánicos; certificados bajo las normas de comercio justo; deshidratados; liofilizados; congelados; fraccionados…

Ecuador, como otros de sus vecinos, tiene mucho para convertirse en una nueva tienda de alimentos gourmet en el mundo.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Sobrecostos logísticos

La naturaleza del transporte es estar en movimiento. Cualquiera sea el modo del que se hable –barco, tren, camión, avión- siempre y cuando esté en movimiento genera facturación. Por definición, si está parado, pierde plata.

De Brasil, por ejemplo, se habla mucho de lo bien que está su economía, de cómo el mundo ve a una economía latinoamericana en franco crecimiento y como potencia mundial indiscutida en cuatro décadas. Pero muy poco trasciende sobre los colapsos logísticos que sufre esta economía recalentada a la cual la infraestructura no logra alcanzar.

Los barcos no se están deteniendo en el transitado puerto de Santos y la carga que debían dejar allí la bajan en Montevideo o en Buenos Aires. Y esto es porque los barcos, esperando, pierden plata. Lo mismo que los camiones que deben hacer kilómetros de cola para llegar al puerto: cobran por viaje, y si la rotación incluye pocos viajes, los ingresos son bajos.

Esta situación se repite en el mundo en desarrollo, y es una crisis de crecimiento. Recientemente, el gobierno peruano calculó que los sobrecostos logísticos implican una pérdida de 400 millones de dólares.

Un sobrecosto en la exportación le quita competitividad a ese producto y lo encarece en terceros mercados. En la importación, lo sufre el consumidor pagando más de lo necesario.

Para que la cadena logística fluya, y los servicios intermedios (despacho de aduanas, transporte, almacenamiento) tengan precios competitivos porque su renta estará en el volumen –y no en la saturación de la cadena- son los Gobiernos los que deben tomar la decisión política de priorizar la logística en sus agendas, informatizar sus reparticiones y simplificar la burocracia del comercio exterior.

Estas medidas, de corto plazo, deben suponer además una estrategia de “canales” para agilizar y dar vía rápida con infraestructura adecuada a las mercaderías que entran y salen de los países.

Por ejemplo, en la Argentina, duerme desde 1998 en los cajones de los escritorios de los despachos del Congreso el Proyecto Laura, un programa de modernización de la infraestructura del transporte terrestre que contempla la necesidad (y las ventajas conexas) de construir 13.500 kilómetros de autopistas inteligentes, libres de peajes, hasta 2020, a razón de 1300 kilómetros por año (hoy se hacen 26 kilómetros anuales).

Algunos de los beneficios: 20% de ahorro de flete; un 30% menos de tiempo de tránsito de camiones a partir de la posibilidad de utilizar bitrenes (camiones con 150 toneladas de capacidad); ahorro de 500 millones de dólares sólo para la producción agrícola.

Y la pregunta es la misma que surge ante las grandes revoluciones estructurales que enfrentan las administraciones públicas: ¿Cuál es el costo de no hacerlo?