lunes, 31 de enero de 2011

La hermandad latinoamericana

Productores ecuatorianos desfilaron por el Parlamento norteamericano para “cabildear” a favor de la extensión de las preferencias arancelarias, y lograr mayor liberalización del comercio.

En tanto, Brasil toma la batuta del Mercosur, y pese a no contar con la presidencia pro témpore, los comisario europeos entienden que es precisamente éste país el interlocutor más conveniente para lograr en 2011 el mentado acuerdo de asociación integral entre el bloque sudamericano y la Unión Europea.

Es más, y yendo más lejos, la República Popular China y la República de China (tal es el nombre con el que la isla de Taiwan se presenta a sí mismo, como Estado soberano, mientras que en el continente sigue siendo la isla de Taiwan, a secas, una provincia rebelde) están dejando de lado más de medio sigo de desavenencias políticas y silencio absoluto para potenciar inversiones e intercambio de mercaderías en un diálogo abierto donde mande el libre comercio.

Crisis al margen, parece irreversible el hecho de que las economías (los países) se desarrollan (crecen y generan riqueza para distribuir) de dos maneras: aumentando su oferta (inversiones) y aumentando los mercados donde colocarlas (exportaciones).

En este marco, los acuerdos de preferencias arancelarias, de libre comercio, son la llave para cumplir con el manual al pie de la letra.

Recientemente, la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi) se refirió justamente a cómo impactan estos acuerdos en las economías que integran el tratado latinoamericano.

¿Por qué son importantes los acuerdos de complementación económica (ACE) firmados dentro de la Aladi? Por la calidad del intercambio comercial: es prácticamente una herramienta para que los países comercien, con preferencias de arancel, sus bienes industriales, es decir, su valor agregado.

De hecho, el comercio interamericano es el más rico para cada país miembro en término de exportaciones de manufacturas: se exporta a la región más productos elaborados (62%) que materias primas, todo lo contrario a lo que sucede fuera de la región (donde solo el 46% son manufacturas).

¿Quiénes le sacan más el jugo a estos acuerdos? Brasil, la Argentina y México, es decir, las tres mayores economías latinoamericanas. ¿Y los que menos? Los que lamentablemente están en la base del desarrollo económico regional: Paraguay, Bolivia y Ecuador.

Cada “hermano” latinoamericano es, en última instancia, la primera puerta de entrada para el comercio exterior de las pequeñas y medianas empresas, dueñas indiscutidas, en todo el mundo, de dos factores clave para el desarrollo económico de un país: mayor proporción de valor agregado por tonelada exportada y mayor proporción de empleo por volumen comercializado.

Las empresas y los mercados de capitales

La especulación financiera es una industria que mueve billones. Se forja en paralelo a la economía real, la de la producción de bienes y servicios que se compran y venden. Hay una economía física –esta última- y otra virtual.

Cuando una empresa de la “economía real” ve que su producto tiene en el exterior, digamos, buena llegada, de seguro querrá aumentar su oferta para maximizar esa buena demanda.

Puede recorrer varios caminos: tomar parte del dinero que ganó y reinvertirlo en más maquinaria para aumentar su producción (autofinanciamiento); puede optar por el sistema tradicional de créditos bancarios o de subsidios estatales (si los hay), o bien, puede aventurarse en las aguas desconocidas del mercado de capitales.

La primera opción tiene el techo que le da la ganancia que tuvo para reinvertir. La segunda pone al empresario frente a trabas como la evaluación del riesgo que hacen los bancos (miran el pasado de la empresa) y la politización con la que suele manejarse los subsidios públicos. La última es desconocida y está teñida de la especulación y la “timba” bursátil.

Como en todo, hay ejemplos buenos y ejemplos malos. Toda empresa necesita financiarse (léase endeudarse) para ampliar horizontes, si lo que pretende es mantenerse en la competencia global, mejorar su producto, diversificar su oferta y los mercados a los que llega con ella.

Aceptado este presupuesto, cada país goza de mayor o menor salud “financiera” para curar el mal de la falta de liquidez de sus empresas. ¿Son importantes los “balances” de un Estado para las empresas? Si, la historia remota y contemporánea demuestra que un Estado enfermo poco puede ayudar a su fuerza productiva. Su sistema bancario, por otra parte, acusa recibo y restringe su ayuda también. Las empresas, así, quedan en un “ayuno” crediticio.

Por otra parte, en el mercado de capitales se cruzan dos necesidades: la de aquellos que tienen plata y la de aquellos que la necesitan.

Los que tienen el recurso pueden ser inversores particulares: alguien que ganó dinero en su actividad, dispone de un capital que quiere invertir y no quiere comprar divisas (dólares, euros) por el temor a la oscilación de su cotización, ni un inmueble (tal vez no dispone de tanto como para comprarlo), ni abrir un plazo fijo (porque da una tasa que es menor a la inflación: puede tener un 14% más dentro de 12 meses, que es lo que ofrece el plazo fijo, pero si la inflación supera esa tasa, dentro de 12 meses el poder de compra de su capital será menor). Pueden ser también inversores institucionales: fondos de pensión, fondos bancarios, o incluso fondos públicos.

Los que necesitan la plata son las empresas. Se encuentran inversores y empresas en el mercado de capitales y los primeros ofrecen liquidez a cambio de la emisión por parte de las empresas de instrumentos que adquieren múltiples nombres: pueden ser obligaciones negociables o valores de corto plazo (emisiones de deuda privada similares a los bonos que emiten los Estados), pueden ser menos ambiciosos (la venta de “cheques” con que las empresas cobran sus operaciones pero que se acreditan a muy largo plazo: los canjean por dinero, con una quita, claro), o pueden ser muy ambiciosos y hacer una oferta pública de acciones de la compañía, buscando así asociarse con estos inversores.

Ahora bien, la teoría, como en todo, suele ser fascinante. La práctica, en cambio, suele poner en evidencia que sin el debido control, las partes pueden adulterar los principios básicos y “operar” en su beneficio.

La historia financiera abunda en ejemplos de cómo los operadores (que reciben comisiones por la colocación de instrumentos de deuda públicos y privados) han ensalzado papeles no por la virtud del deudor, sino por el negocio en sí mismo. Se desvirtúa el fin de financiar empresas y la operación del mercado de capitales se convierte en un fin en sí mismo.

También hay casos de empresas grandes y pymes que han sabido recurrir a esta plaza “virtual” de financiamiento, con notorios resultados, con auditorías de todo tipo, y una transparencia que a futuro les garantiza plazos más largos de préstamos y tasas menores por buen cumplimiento.

Conclusión: toda empresa, sobre todo las que operan en comercio exterior, necesita endeudarse para crecer. La capacitación en los instrumentos disponibles en los mercados es vital para conocer las mejores condiciones.

jueves, 20 de enero de 2011

Los rankings, caprichosas fotos

El Banco Mundial publicó su informe anual Doing Business 2011, un complejo estudio que viene realizando desde 2006 que mide el grado de regulaciones que existen en 183 países para hacer negocios.

El eje central del estudio es evaluar la facilidad (o dificultad) que ofrece cada país para hacer negocios. Y cómo evoluciona año tras año, continuidad que permite, por ejemplo, poner en valor las medidas que tomaron los países frente a, por ejemplo, momentos de crisis internacionales.

El grado de facilidad para hacer negocios considera nueve variables: trámites y tiempos para abrir un negocio; manejo de permisos de construcción; registro de propiedades; obtención de créditos; protección de los inversores; pago de impuestos; comercio transfronterizo; cumplimiento de contratos, y cierre de empresas.

El promedio de todos estos datos genera el rótulo del mercado en cuestión respecto de qué tan “amigable” es el entorno para los negocios.

En la última guía, para América latina, sobre 32 economías analizadas, los cinco mejores de la región fueron: México, Perú, Colombia, Chile y Puerto Rico. Los cinco peores, en cambio, fueron: Venezuela, Haití, Surinam, Bolivia y Honduras.

¿Dónde se ubicó la octava potencia mundial? Brasil está 26 sobre 32. La Argentina, 22. Uruguay, 24. Paraguay, 21.

El ranking que mide la apertura de negocios está liderado por Puerto Rico, Jamaica, Panamá, Dominica y Santa Lucía. A la cola se ubicaron Haití, Surinam, Bolivia, Guatemala y Ecuador.

En permisos de construcción, las pequeñas islas del Caribe dominan la escena, y el país más complicado para obtenerlos es la Argentina, seguido por Puerto Rico, Guatemala, Uruguay y Nicaragua.

Guatemala es el país donde más fácil resulta obtener un crédito, junto con Perú, Puerto Rico, Panamá, Trinidad y Tobago y Honduras. En cambio, resulta muy difícil hacerlo en Venezuela.

¿Qué países garantizan una mayor protección a las inversiones? Colombia, Puerto Rico, Perú, Chile y Trinidad y Tobago. Por otra parte, las inversiones no tienen tanto resguardo asegurado en Surinam, Venezuela, Haití, Honduras y Costa Rica.

El Caribe, con Panamá a la cabeza, también lidera en el apartado comercio transfronterizo. Pero aquí habría que aclarar que las islas del Caribe suelen ser utilizadas para triangular exportaciones, práctica permitida por la Organización Mundial del Comercio (OMC) –de hecho, China lo hace con Hong Kong- pero que para el país de origen resulta ser una perforación de la base tributaria. Nuevamente, Venezuela sacó la peor calificación, junto con Paraguay, Haití y Uruguay, sorprendentemente…

La Argentina lidera en una variable: cumplimiento de contratos, ítem en el que supera a todos los países de la región.

Recordamos que los rankings son caprichosos como las fotos: si salen nítidas, favorecen a los retratados. Pero uno puede salir con los ojos cerrados, fuera de foco, movido… Y las estadísticas, es decir los números, pueden “torturarse” siempre hasta tal punto de que digan lo que uno quiere que digan.

jueves, 13 de enero de 2011

Un curioso informe

“Olvídense de China, América latina es el lugar donde debe estar si quiere obtener fuertes retornos en 2011 y después”, así comienza el informe de una cadena internacional de noticias que pone el eje en los mercados emergentes como factor de recuperación excluyente de la última gran crisis.

El análisis, como suele suceder, recopila las opiniones de economistas jefe de distintos bancos de inversión, cuyos “mandatos” son seguidos por la sed de gurúes que tienen los capitalistas de todo el mundo, ansiosos por saber dónde poner su dinero para ganar un poco más.

Dicen los especialistas que China ha venido tomando acciones vinculadas con las tasas de interés para intentar contener una latente inflación, producto de una economía que crece a ritmo sostenido desde hace años.

¿Y qué dicen de América latina? Que los flujos crecientes de capitales, una robusta demanda interna y menores riesgos de inflación son elementos que indican que la región está en condiciones de dar un paso adelante en 2011.

Llamativamente para algunos, los ejemplos dados son los de Brasil, Argentina, Perú y Venezuela… Y las palabras surgen de ejecutivos de una banca de inversión norteamericana: Merrill Lynch.

Con presupuestos estables, inflación controlada y la apertura al comercio exterior son reformas que, dicen, sustentan la base de un boom que hace que América latina salga a escena, de la mano, obviamente, de la fuerte demanda de materias primas de China e India.

El crecimiento económico de América latina promedió entre el 4 y 5 por ciento. Anual. Y muy por encima de los Estados Unidos y Europa.

“La deuda está bajo control, los bancos tienen buenas reservas y el comercio exterior florece. Es cierto que hay que hacer mucho todavía para combatir la pobreza, pero el consenso entre los economistas es que en 2011 los países latinoamericanos están bien posicionados para enfrentar la recesión internacional de 2008”, puntualiza el informe.

¿La cadena de noticias que lo reprodujo? Al Jazeera. La trascendencia, no obstante, de este informe quedó muy limitada en el entramado multimedial global.

jueves, 6 de enero de 2011

China, ¿La nueva Inglaterra?

La historia reciente del comercio exterior demostró el fracaso del libre comercio. La eliminación de los aranceles a las importaciones y de las barreras no arancelarias al comercio no desaparecerán en tanto exista un mundo desarrollado y uno en desarrollo.

Si en el pasado Inglaterra, luego Estados Unidos, luego la Unión Europea, entre algunos ejemplos, impusieron el tempo al comercio internacional –inundando el mundo con sus exportaciones a cambio de los recursos naturales necesario para fabricar los productos que luego volverán transformados con “valor agregado”- hoy el temor es que China se convierta en el nuevo caso.

Su poder internacional ya nadie lo pone en duda. Escaló como exportador e importador a los primeros lugares. Es un fuerte inversor externo. Tiene la mano de obra más abundante del mundo. Y tiene plata: cuenta con la mayor cantidad de reservas en dólares.

Mientras la teoría contemporánea de la internacionalización de los negocios abundan en conceptos como la complementación e integración en cadenas productivas globales, el concepto de “socio comercial” pierde ante la avanzada china su contenido. El temor es que China no quiera ser socio, sino que quiera “comprarlo todo”.

¿Qué pretende China? ¿Y qué diferencia hay con lo que hacía, digamos, Inglaterra en el siglo XIX en el Río de la Plata? China quiere colocar sus manufacturas. Y quiere participar en el desarrollo de infraestructura. Y llevarse así los recursos mineros y los provenientes de la agricultura.

Lo que debería asustar a los planificadores de políticas externas, es el feroz crecimiento chino. Basta con ver las páginas de los diarios de hace, digamos, 10 o 15 años, para darse cuenta que prácticamente no existía relación comercial, de inversiones o de asociación política.

De repente, despuntó en el mundo, eclipsó a las potencias y dividió las aguas entre aquellos que lo ven como el nuevo factor de desarrollo económico y estructural (al modo británico de hace dos siglos, con sus ferrocarriles y sus manufacturas textiles, y sus frigoríficos más tarde), y aquellos que temen, justamente, el fantasma de una nueva potencia que impondrá nuevas reglas, que no dejan de ser las viejas prácticas verticales del comercio: comprar barato, vender caro.

China desplazó a la Unión Europea como socio comercial en América latina. Sólo la Argentina, Brasil, Chile y Perú resisten en la balanza comercial con un superávit comercial tambaleante con China.

Si América latina no aprendió su historia, y no se da cuenta que los vapores que iban a Southampton ahora son graneleras rumbo a Shanghai, estará condenada a repetir su karma de exportar el valor agregado y alimentar las fábricas del otro lado del océano.