Dicen que el hábito de estallar las copas en el brindis sucede para darle al vino la práctica del quinto sentido, el oído; ya que posee a los otros cuatro de forma innata en su degustación.
Este líquido bacanal ha sido clave de admiración de muchos, y sustancia del comercio mundial desde los orígenes de los tiempos.
Ha acompañado a la historia durante una longeva línea del tiempo, hay registros de su consumo que datan del año 5400 a C.
Su cosecha se ha extendido por los mapas enramando geografías a través del globo con el clima como su único opositor.
De la extensión de viñas del mundo, un 71 % es usado para la producción de vino, un 27 % para consumo de la fruta fresca y un 2 % como frutos secos.
Aún así, la uva nos ha sorprendido como uno de los commodities más relevantes de las últimos dos siglos. A las tinas de vino cuyo imaginario se sellaba con el chianti italiano o con el cava español se han colado también otros paralelos no tan meridianos; Estados Unidos, Sudáfrica, Chile, Argentina, Francia, Nueva Zelanda, y la incorporación reciente de la novísima China, han creado un juego mucho más reñido, un mercado de equilibrio de mayor riesgo y resultados menos acotados a las proyecciones estadísticas y más permeados por variables exógenas.
En 1999 la Unión Europea crea la OCM (Organización Común del mercado Vitivinícola). Con un presupuesto anual de mil millones de euros, su objetivo era alcanzar un mayor equilibrio entre la oferta y la demanda en el mercado comunitario, así como mejorar a largo plazo la competitividad en el sector.
Surgían así medidas como el marco de apoyo oficial para promocionar los vinos comunitarios en mercados de terceros países o la subvención a las actividades de reconversión varietal, reimplatación de viñedos o la mejora de las técnicas de gestión.
La comunidad contribuía con hasta un 75 % de los costes de reestructuración.
Los seguros de cosecha, las mutualidades, y la ayuda para las inversiones en infraestructura nacían como herramientas nuevas a ser utilizadas por el sector.
Hoy, ya a varios años de su concreción, sigue en tela de juicio si estas medidas de regulación han sido lo necesario y suficiente para reducir los excedentes, y si le han permitido al sector aggiornarse a los mercados internacionales.
La inserción cada vez más fuerte de los nuevos mercantes, con vinos de una excelente relación calidad precio, le plantea a Europa un gran desafío en el tema; seguir apostando a lo clásico y exclusivo no parece ser la solución al momento.
Debido a la normas de OCM, en 2010 se reduce la superficie de viñedo en el mundo, Europa arranca sus cepas para adaptarse a las nuevas disposiciones pero no encuentra un rumbo seguro en los resultados. Si bien el consumo de vino en 2010 se mantiene estable, el flujo del comercio del mismo aumenta, no hay aversión a la diversidad y los intercambios se mantienen en crecimiento.
El problema en 2010 y 2011 radicó en la baja de las superficies cosechadas. España, Francia e Italita bajaron considerablemente su superficie plantada, Argentina, Chile y USA la mantienen, pero Brasil, China y Nueva Zelanda aumentan considerablemente la misma.
Por lo anterior, que el número total sea estable no vela que las realidades para el sector sean muy diferentes si hablamos de Europa o del resto del mundo.
Luego de la cosecha, el comercio. Donde ésta primera fue escasa para la demanda en el último tiempo. Así al principio de la campaña de 2011 los precios del kilo de uva se elevaban casi al doble de la campaña anterior, oscilando en los 30 céntimos.
El comercio global del vino en 2010 se situaba en 90 millones de hectolitros, un 6.7 % por encima del año anterior. Italia llevaba los laureles a mayor exportador, comercializando el 22% del guarismo total, unos 20.6 millones de hectolitros.
Todavía hoy no hay datos cerrados del 2011, pero en Noviembre pasado la OIV adelantaba que la superficie mundial del vino seguía experimentando un retroceso que podría alcanzar los 60 millones de hectáreas, ese aspecto negativo no afectaba aún al indicador producción que se mantenía estable en una horquilla de estimación que iba de los 264 a los 275 millones de hectolitros.
Hoy existe un riesgo real de que se estén desarrollando dos mercados diferentes; el del vino como commodity, vendido a granel y el del vino embotellado. “El 40 % de los vinos hoy se consumen fuera del país de origen de su producción”, fue lo que afirmó el director general de la Organización de la Viña y el Vino (OIV), Federico Castelluci.
Esto sigue dibujando los mismos problemas en los últimos ejercicios, la transición de adecuación que impuso la OCM todavía necesita andar para saber que frutos traerá a futuro. La crisis caprichosa que no quiere ceder deja a Europa en un estado de muchas dudas y el sector vitivinícola no escapa a ellas.
Los países incipientes que gozan de la buena suerte del principiante pero necesitan capitalizar con planes a futuro sus éxitos presentes, y un mercado que se huele en mil aromas confusos y puja por dar un gusto acorde a las necesidades del nuevo catador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario