jueves, 26 de agosto de 2010

América latina y el cardumen de los capitales

Esta vez no le tocó a América latina sufrir los aleteos de mariposas en lejanas latitudes. La leve contracción de 1,8% en 2009 evoluciona este año hacia un 4,8% según las estimaciones del Fondo Monetario Internacional.

Algunos de los que arrojarán crecimiento serán la Argentina con un 6%; con un 7,1% estará Brasil; 4,7% para Chile; 2,3% para Colombia; 4,5% para México, y 6,3% para Perú. Venezuela, en cambio tendrá crecimiento pero negativo.

¿Qué lectura emerge de estos datos? Que América latina es la región de mayor crecimiento detrás de Asia luego de la crisis. Es reservorio, entonces, del potencial para la recepción de la liquidez que huye del mundo desarrollado (sólo Brasil, en 2009, recibió 26.000 millones de dólares de inversión extranjera directa), y no necesariamente compite por los mismos capitales con el Lejano Oriente o con el Oriente Petrolero: cada uno puede explotar factores económicos y productivos diversos pero complementarios: mano de obra abundante y (todavía) barata en Asia; el (todavía) insumo clave para cuanto proceso industrial requiera energía en el caso del Medio Oriente; commodities agrícolas e industriales (todavía) abundantes.

Decimos todavía por una razón: las economías y el comercio globales se hacen cada vez más sensibles a los cambios abruptos de los fundamentals, se hacen cada vez más hostiles a las crisis.

¿Qué puede pasar cuando en China exploten los reclamos respecto de las condiciones laborales? ¿Y en los países ricos en petróleo, cuando el mundo acuerde en que el uso de combustibles fósiles acelera los inevitables y perjudiciales efectos del cambio climático? ¿Y cuando la sustentabilidad agrícola sea avasallada definitivamente por un interés meramente rentable de la tierra (en la Argentina, el 75% de la superficie está sembrada con oleaginosas y el 25% con cereales cuando lo ideal es exactamente lo contrario)?

Claro que un mundo que sale de la crisis no se preocupa por estos efectos de largo plazo. El corto plazo es fortalecer la cadena de pagos donde se debilitó, motorizar (desde el Estado si hace falta) el consumo interno para mantener los puestos de trabajo con alguna dosis de proyección, políticas crediticias que subsidien la colocación de productos en el exterior para generar las divisas que ayuden luego a hacer girar la rueda de nuevo…

El mundo se volvió más competitivo, y más competidor por esos capitales que se mueven como cardumen: fluyen todos violentamente y a la vez donde encuentran alimento, y escapan de la misma manera ante la primera señal de amenaza.

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